26/2/09

*** III ***

The game is Texas hold ’em
Blind $100
I check
I rise $150
I bet some clothes for $450

El strip-póquer es el peor negocio. Sale lo mismo que el común, pero no ganás plata sino las fotos de alguna modelo desnuda. Por algunos dólares más puede haber un video. Hace dos días que estoy jugando para desbloquear las fotos de una rubia infernal. Vestida con un buzo antiflama; una rubia de carreras.

Una enfermedad.

*** II ***

Tengo una vena, a la altura del párpado. Casi todos los días se me hincha, un rato, a veces sólo algunos segundos. Se hincha y siento que el ojo me late, que en cualquier momento puede explotar. Imagino el ojo rojo, hinchado, a punto de explotar. El humor vítreo salpicado sobre la pantalla del celular.
Si voy al departamento que está a dos puertas del bar, si voy un viernes, el fin de semana siguiente no siento nada, el ojo se me relaja y hasta se me mejora la vista. Pero el lunes otra vez empiezo pensando. Empiezo la semana pensando en todo lo que me gustaría hacer, todo lo que quiero dejar para siempre de una sola vez. Lo que haría si fuera valiente. Tampoco un superhéroe, un poco valiente. Un poco hombre. Verme tan lejos de todos esos planes de una vida mejor, sin mentiras, estúpida esperanza de tonta felicidad.
Tonta.

Verme tan lejos me da asco. Lejos de ser un hombre.

Suena el celular. Hace algunos años era una linda chica del interior que necesitaba plata para pagar sus estudios. Rechazo la oportunidad de verla de nuevo. Aunque le termine pagando, prefiero no ver a nadie. Que nadie me vea.

Me acuerdo muy bien de cómo se movía. Muy bien. Se me puso dura, antes de salir voy a masturbarme en el baño del segundo piso.

25/2/09

*** I ***

Todas las tardes me inflo de culpa.
Alrededor de las tres cierro la puerta de la oficina con llave y saludo a mi secretaria. Tomo el ascensor, casi siempre vacío a esa hora. Tanteo con la punta de los dedos el celular en el bolsillo.
Camino sólo media cuadra, el mozo me conoce y sabe que siempre estoy apurado, me alcanza la medialuna con jamón y queso, apenas tibia, gigante. A menos que le indique lo contrario me alcanza un cartón de leche chocolatada, de un litro. No me habla ni me cobra, todos los viernes saldo mi deuda y le dejo una generosa propina en la caja.
Me desplomo en la silla de metal y juego al póquer por Internet con el celular, nunca menos de cuarenta minutos. Soy bastante bueno.

Una vez cada dos semanas gasto lo que hice jugando en el departamento que queda a dos puertas del bar. No es que necesite cuidar los gastos, pero me ayuda a mantenerme organizado.

Vuelvo a la oficina mientras el ascensor sigue vacío. Busco dónde dejé la ensalada que me preparó Laura para ese día y la tiro a la basura, me siento frente al escritorio y vuelvo a desenfundar el celular.
Juego al póquer hasta que se haga la hora de salir, en un estado de semi-conciencia, moviendo sólo los gordos dedos gordos.

The game is Texas hold ’em
Blind $10
I check
I rise $50
I call
All in
YOU WIN!

Laura dice que va a pilates de tres a cinco.
También, todos los días.

1. La eterna digestión del monstruo de la muerte lenta